Durante la época de la dominación romana, en la que se encontraron las condiciones idóneas para su cultivo y elaboración, el vino ya aparece documentado en esta región.
Más tarde, ya en la Edad Media, tuvo lugar un gran desarrollo de centros monásticos que fueron referentes culturales en Europa (entre los que destaca San Millán de la Cogolla) y en dichos centros, mayormente vinculados a la viticultura, se mejoraron las técnicas de cultivo. En el siglo XVI La Rioja era ya una de las principales regiones productoras y exportaba vino al resto de España e incluso a Europa, consolidándose en el sector gracias al incremento de la producción y a la implantación de las primeras medidas de control de calidad y de regulación en la elaboración del vino. Los siglos XVI, XVII y XVIII suponen la consolidación del Rioja y es en esas fechas cuando se produce el crecimiento más importante desde sus inicios.
Los destrozos producidos a comienzos del siglo XX por la filoxera (Phylloxera vastratrix), plaga cuyo origen se sitúa en Estados Unidos y que llegó a España a través de Francia, afectaron gravemente al sector al arrasar prácticamente la totalidad de sus viñedos y sumir al territorio en una gran crisis económica. La única medida efectiva contra la filoxera fue el injerto de cepas americanas, las únicas que resultaban inmunes a este parásito. Tras dos décadas de lenta recuperación, el vino de Rioja volvió a ocupar su lugar de prestigio.
En 1926 se creó el Consejo Regulador con el fin de delimitar la zona de producción del Rioja, controlar la expedición de la precinta de garantía y establecer medidas legales para proteger al vino de Rioja de falsificaciones y usurpadores.